Reseña de “Pasea y Ojea”, Clara Nubiola, Los Libros del KO, Madrid 2024.
Barcelona se ha convertido en uno de los principales destinos turísticos del Mediterráneo. Más de 40.000 turistas por día visitaron la ciudad en 2023, sin contar los 30.000 diarios en Barcelona región. Al igual que en Amsterdam, Venecia, Oporto y otros muchos destinos crema, la multitud -transformada en tropel con patente de corso- dificulta la vida de muchas personas que residen de manera permanente en la ciudad. Masificación, tráfico, contaminación, ruido, subida de precios de la vivienda y pérdida de calidad del espacio público son algunas de las consecuencias.
El libro que nos ocupa se centra en la tematización de las grandes ciudades sobrepasadas por la industria del turismo hipermoderno, Barcelona se propone como caso particular. Se dibujan numerosos capítulos o secciones del tema central: “paseos”, en realidad “miradas” sobre lo urbano, que la autora anticipa ya desde la portada. “Pasea y Ojea”, en riguroso blanco y negro, saca los colores del terraceo smoothie, el menú de paella, los freetour (mal) orientados, los cruceros, la sharing economy, las chanclas y el google maps, la felicidad de las postales, la economía del pelotazo, la connivencia política, el rodar de maletas (y de patinetes), la playa sin mar, el meeting point o el mojito premium, entro otros. La ciudad aftersun.
En el reverso de la ciudad tematizada aparece la periferia (con su cara lavada y sus márgenes invisibilizados), presente en forma de paseo, conversación, fotografía, entrevista o dibujo, instrumento central del libro que sirve de vehículo y puente de unión entre todas las propuestas y que la autora maneja desde un universo gráfico black & white. “1 Barrio +, 1 Barrio -” y la desaparición de los comercios de barrio, los de toda la vida; “Entrevista visual a Txema Salvans” y la periferia de autovía, cuneta y área comercial; o “Fiebre matojera” y la sostenibilidad “cuqui” que en ocasiones intenta perfumar una realidad plagada de bombas fétidas. Otras ciudades posibles aparecen en las entrevistas a Santiago de Molina (con tono poético) y Zaida Muxí (en tono social, deliciosamente entrevistada por niños).
A nivel formal se agradecen ¡y cómo! la ironía y la autenticidad, el humor inteligente sin cultismos ni fuegos de artificio intelectual. El libro toma la forma de una revista de viajes, un pasatiempo a mitad de camino entre el Lonely Planet y el Quiz de los años 80 (en palabras de la autora, un pasarratos). La creatividad expresada en los dibujos y caligrafías de Clara desborda tanto por la calidad de todas y cada una de las obras en forma individual, como por la cantidad de registros, formas y diversidad de expresión: la escena urbana, el poema visual, los mapas de recorridos, la bibliografía dibujada, la postal, la colección de moda, la cartografía de las terrazas… Todos ellos generan una obra coherente y, en mi caso, sugieren un atlas desordenado de referencias personales que encuentran aquí múltiples reverberaciones: desde Joan Brossa o Jane Jacobs, hasta Solá-Morales o Marina Garcés. El libro tiene miga.
Reflexión final.
A principios de los noventa debutaba como estudiante de arquitectura en Madrid. Como habitante de la periferia, realizaba a diario un largo trayecto para asistir a mis clases en la ETSAM. Dejando atrás portales recién fregados con olor a lejía, un grupo de compañeros nos reuníamos temprano en el acceso de la estación de tren, abierta en aquel momento a las inclemencias meteorológicas, aunque cubierta por una marquesina industrial de chapa. Recuerdo el frío al amanecer, la cara lavada con agua y jabón, el óxido de las naves adyacentes de la John Deere, la espera frente al andén vacío del otro lado, el sonido del tren pasando lentamente ante nosotros, casi rozándonos, el orden de la gente regularmente ordenada -como una secuencia de bultos- al ritmo todavía invisible de puertas y vagones. La ciudad no se caracteriza tanto por el mapa de sus barrios o distritos: la ciudad se explica desde nuestras trayectorias, el viaje como experiencia fenomenológica, vital, como algo que marca y define profundamente nuestra existencia.
Advertencia seria.
Disfrutar “Pasea y Ojea” es muy peligroso. Huele a mochila, botas de montaña, termo de café y bocata de pan con chocolate. Por si esto fuera poco, nos hace pensar, nos interpela e incluso exige un posicionamiento: nos invita a ser más selectivos con nuestras trayectorias pendientes. Más aún si éstas tuvieran lugar en una montaña mágica, una ciudad invisible o una rumba con aroma aftersun.
Miguel Ángel Díaz Camacho. Julio 2024.
Imagen: Clara Nubiola.