13 April 2020

TRAYECTORIAS PENDIENTES



A principios de los noventa debutaba como estudiante de arquitectura en Madrid. Como habitante de la periferia, realizaba a diario un largo trayecto para asistir a mis clases. Un grupo de compañeros nos reuníamos temprano en el acceso de la estación de tren, abierta en aquel momento a las inclemencias meteorológicas, aunque cubierta por una marquesina industrial de chapa. Recuerdo el frío al amanecer, el óxido de las naves adyacentes de la John Deere, la espera frente al andén vacío del otro lado, el sonido del tren pasando lentamente ante nosotros, casi rozándonos, el orden de la gente regularmente ordenada -como una secuencia de bultos- al ritmo todavía invisible de puertas y vagones. La ciudad no se caracteriza tanto por el mapa de la colonia, el barrio o el suburbio. La ciudad se explica desde nuestras trayectorias (1).

El viaje como experiencia vital, el viaje como algo que marca y define profundamente nuestra existencia, ha sido ilustrado desde el comic, la pintura, la literatura o el cine con perspectivas y fines diversos. Veamos aquí dos movimientos definidos en sentido contrario: por un lado, Cipriano Algor, el alfarero obligado a reinventarse en La Caverna de Saramago, forzado a viajar desde su taller en las afueras hasta el centro comercial de la ciudad; por otro, el viaje del asesino Peter Clemenza en El Padrino, en este caso desde su casa en Brookyn hacia la periferia de cultivos y cunetas hambrientas de cuerpos asesinados (2). Tanto Saramago como Coppola, se recrean en la secuencia progresiva de su viaje imaginario: la ciudad portuguesa aparece tras cinturones agrícolas o industriales, la ciudad americana desaparece poco a poco entre los cultivos azotados por el viento, dejando visible tan solo la parte superior de la Estatua de la Libertad como centro de gravedad lynchiano (3). Ambos dependen de la lentitud: el primero desde la fragilidad de su carga cerámica; el segundo, desde la calma tensa que precede a la brutal violencia del desenlace. La lentitud honra la trayectoria.

Tal vez el viaje solo permita mirar el entorno -observarlo profundamente- desde su máxima desaceleración, es decir, desde la quietud, en estos días colectiva. El confinamiento genera un extrañamiento soleado, como si un enorme atlas de Giorgio de Chirico hubiese transformado nuestros centros y periferias en un ágora común interconectado (4). Durante estos días de calles y plazas deshabitadas, comprobamos que lo verdaderamente ausente son nuestros viajes -nuestras pequeñas migraciones- y con ellas, la construcción un poco de nosotros mismos, de nuestros pequeños avances y progresos, de nuestros retos y aspiraciones en forma de líneas descritas en el espacio por el movimiento de nuestros cuerpos. En estos días de aislamiento compartido, en estos días sin trayectorias, la ciudad nos hace compañía, se tumba junto a nosotros y nos mira, por primera vez en mucho tiempo, desde nuestras trayectorias pendientes.

 NOTAS

(1) Trayectoria. Del fr. trajectoire. 1. f. Línea descrita en el plano o en el espacio por un cuerpo en movimiento. 2. f. Curso que, a lo largo del tiempo, sigue el comportamiento o el ser de una persona, de un grupo social o de una institución. 3. f. Meteor. Derrota o curso que sigue el cuerpo un huracán o tormenta giratoria.
(2) La casa de Clemenza se encuentra en el actual E 5th Street en Brooklyn, NY. La mítica secuencia está brillantemente analizada aquí.
(3) Ver Kevin Lynch, The Image of the City, MIT, 1960.
(4) “La pandemia ha mostrado que la humanidad es un único continente y que los seres humanos están ligados profundamente los unos a los otros”. Nuccio Ordine en entrevista a Edgar Morin, El País, 12 de abril 2020. Enlace aquí.

Imagen: Piazza d'Italia con cavallo, 1970. Giorgo de Chirico.

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