A menudo nos referimos a la periferia desde una determinada
situación geográfica, urbana, social, económica, política o ambiental, estableciendo
su condición desde una suerte de matemática bipolar: la periferia sucede en
torno a un centro del que se encuentra irremediablemente excluida (1). En el
imaginario cultural, o mejor cultureta,
la periferia es lejanía, espacio marginal grisáceo y desestructurado, servidumbre,
un intangible desheredado, homogéneo y banal como las cunetas, las vallas
publicitarias, los concesionarios de coches o las gasolineras: “la periferia no
es donde el mundo termina, sino el lugar donde el mundo se decanta” (2), una hábil
definición de Joseph Brodsky que parece nacida al servicio de la Modernidad Líquida
enunciada por Bauman como una celebración trágica.
Tal vez los posos de esa decantación -los desechos exteriorizados-
resulten ahora demasiado numerosos, de naturaleza diversa y movediza, una vez
el sistema se encuentra saturado de sí mismo, obeso en términos de Baudrillard. En el contemporáneo y tal vez
inevitable colapso de los confines, los límites entre los centros y las
periferias se redefinen y desenfocan progresivamente en la metrópolis
contemporánea, condenada a una suerte de viscosidad ininterrumpida, una gelatina
cultural, saturada, transitoria, compleja y contradictoria: en palabras de
Robert Venturi, una supercontigüidad
(3). ¿Tiene sentido continuar hablando en términos de centros y periferias en
la era on-demand del Antropoceno, el
Panopticón digital o el poliamor? ¿Cuál es el papel de la arquitectura y el
urbanismo en este nuevo suburbio global antropizado?
Estas líneas inauguran una colección de textos breves planteados
como un éxodo hacia el horizonte rothkiano
de la Periferia, periferia nunca entendida como servidumbre residual informulable
sino al contrario, como sistema propio capaz de producir una cultura de la transciudad
(4): la periferia como actitud, como pensamiento fuera de sitio, como insolente mirada extramuros. Como cuando Goya
decide pintar La Pradera de San Isidro (1788) situándose en los entonces arrabales
del Madrid de Carlos III, un sesteadero representado aquí no desde la fiesta
popular o la romería de artesanos, sirvientes o campesinos, sino como un
auténtico pícnic aristocrático ante el Palacio Real, el atardecer sobre el Manzanares
y al fondo, el perfil de la Villa: Goya se posiciona al margen, toma distancia tanto con la Corte (a la que pertenece)
como con el resplandeciente centro de la ciudad. Ser al margen, tomar
distancia, mirar desde el contorno, habitar fuera
de campo: pensar desde la Periferia.
Notas
(1) Periferia: Del lat. tardío peripherīa, y este del gr. περιφέρεια periphéreia. 1. f. Contorno de un círculo, circunferencia / 2. f.
Término o contorno de una figura curvilínea / 3. f. Parte de un conjunto
alejada de su centro, especialmente la de una ciudad.
(2) Joseph Brodsky, prefacio a Dereck Walcott, Mappa del Nuovo Mondo, Adelphi, Milán,
1992, pág. 11.
(3) “La supercontigüidad es inclusiva en lugar de exclusiva.
Puede relacionar elementos contrastantes y por otra parte irreconciliables;
puede incluir antagonismos dentro de un todo; puede integrar la ilógica válida;
puede permitir una gran cantidad de niveles de significado, ya que engloba
contextos cambiantes”. Robert Venturi. Complejidad y Contradicción en
Arquitectura, Barcelona, Gustavo Gili, 1992, Pág. 94.
(4) Transciudad: ciudad supercontigua.
Fuente de la imagen (fragmento): Museo
del Prado.
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