22 January 2019

DESDE LA PERIFERIA


A menudo nos referimos a la periferia desde una determinada situación geográfica, urbana, social, económica, política o ambiental, estableciendo su condición desde una suerte de matemática bipolar: la periferia sucede en torno a un centro del que se encuentra irremediablemente excluida (1). En el imaginario cultural, o mejor cultureta, la periferia es lejanía, espacio marginal grisáceo y desestructurado, servidumbre, un intangible desheredado, homogéneo y banal como las cunetas, las vallas publicitarias, los concesionarios de coches o las gasolineras: “la periferia no es donde el mundo termina, sino el lugar donde el mundo se decanta” (2), una hábil definición de Joseph Brodsky que parece nacida al servicio de la Modernidad Líquida enunciada por Bauman como una celebración trágica. 

Tal vez los posos de esa decantación -los desechos exteriorizados- resulten ahora demasiado numerosos, de naturaleza diversa y movediza, una vez el sistema se encuentra saturado de sí mismo, obeso en términos de Baudrillard. En el contemporáneo y tal vez inevitable colapso de los confines, los límites entre los centros y las periferias se redefinen y desenfocan progresivamente en la metrópolis contemporánea, condenada a una suerte de viscosidad ininterrumpida, una gelatina cultural, saturada, transitoria, compleja y contradictoria: en palabras de Robert Venturi, una supercontigüidad (3). ¿Tiene sentido continuar hablando en términos de centros y periferias en la era on-demand del Antropoceno, el Panopticón digital o el poliamor? ¿Cuál es el papel de la arquitectura y el urbanismo en este nuevo suburbio global antropizado?

Estas líneas inauguran una colección de textos breves planteados como un éxodo hacia el horizonte rothkiano de la Periferia, periferia nunca entendida como servidumbre residual informulable sino al contrario, como sistema propio capaz de producir una cultura de la transciudad (4): la periferia como actitud, como pensamiento fuera de sitio, como insolente mirada extramuros. Como cuando Goya decide pintar La Pradera de San Isidro (1788) situándose en los entonces arrabales del Madrid de Carlos III, un sesteadero representado aquí no desde la fiesta popular o la romería de artesanos, sirvientes o campesinos, sino como un auténtico pícnic aristocrático ante el Palacio Real, el atardecer sobre el Manzanares y al fondo, el perfil de la Villa: Goya se posiciona al margen, toma distancia tanto con la Corte (a la que pertenece) como con el resplandeciente centro de la ciudad. Ser al margen, tomar distancia, mirar desde el contorno, habitar fuera de campo: pensar desde la Periferia.

Notas

(1) Periferia: Del lat. tardío peripherīa, y este del gr. περιφέρεια periphéreia. 1. f. Contorno de un círculo, circunferencia / 2. f. Término o contorno de una figura curvilínea / 3. f. Parte de un conjunto alejada de su centro, especialmente la de una ciudad.
(2) Joseph Brodsky, prefacio a Dereck Walcott, Mappa del Nuovo Mondo, Adelphi, Milán, 1992, pág. 11.
(3) “La supercontigüidad es inclusiva en lugar de exclusiva. Puede relacionar elementos contrastantes y por otra parte irreconciliables; puede incluir antagonismos dentro de un todo; puede integrar la ilógica válida; puede permitir una gran cantidad de niveles de significado, ya que engloba contextos cambiantes”. Robert Venturi. Complejidad y Contradicción en Arquitectura, Barcelona, Gustavo Gili, 1992, Pág. 94.
(4) Transciudad: ciudad supercontigua.

Fuente de la imagen (fragmento): Museo del Prado.

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