22 September 2015

BUENAS COMPAÑÍAS



La arquitectura es obstinada en sus pretensiones, callada, perseverante. A pesar del paso de los años, a pesar del desgaste y las heridas propias de la edad y sus afecciones, la arquitectura insiste en su propósito cuando éste se extiende más allá incluso de la materia y sus limitaciones, más allá incluso de los autores y sus críticos, biógrafos o correligionarios. El Colegio Mayor César Carlos (Alejandro de la Sota, Madrid, 1967) es una buena muestra de ello.

Entrar en el "César" permite comprobar su lenta transformación, ocurrida en un periodo de casi 50 años. La cerámica ha perdido su brillo original, los matices y reflejos del gres Burela han sido sustituidos por la uniformidad de una plaqueta mate y color indescifrable para nosotros; la carpintería de guillotina en aluminio, finísima como las ventanillas de los trenes Talgo, tampoco existe ya salvo excepciones, seguramente por el descuido de algún instalador de ventanas ventana, por cierto algunas de color amarillo. Las sillas de madera para exterior, diseñadas por el propio Sota en colaboración con su hermano Jesús y fabricadas de forma artesanal con José Ramón Corés, han sido sustituidas por sillas de cervecería en plástico. Señales de nuestra época. Y sin embargo la arquitectura permanece, se resiste, se transforma con las armas de que dispone: el tiempo y su pátina, la naturaleza y su espesura. Y nosotros.

Los árboles ahora frondosos estimulan la escala doméstica y la idea primera del paisaje propio, el jardín como elemento vertebrador de la propuesta y más allá, de la Ciudad Universitaria en su conjunto. La vibración de las hojas y la luz sobre el suelo y las fachadas compensan de alguna manera la cualidad rutilante de la cerámica en el inicio, el brillo de unos edificios vigorosos y fachada resplandeciente cuando los árboles eran tan solo un puñado de ramas juveniles. La naturaleza y la arquitectura como ejemplo de convivencia evolutiva para las sucesivas generaciones de residentes; como si en ocasiones, ambas pudieran fortalecer un ambiente más allá de las pequeñas dolencias propias e indolencias al margen. Asociaciones inmemoriales. Buenas compañías.

NOTAS

Se han omitido deliberadamente las notas en esta ocasión ante el más que probable abuso que de ellas pudiera haber realizado el autor. Por suerte, tendremos ocasión de recordar algunos detalles y curiosidades durante la visita al edificio programada esta semana dentro del Festival Open House Madrid.

Foto: MADC, noviembre 2008.

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