31 March 2014

OTROS PARQUES


El modelo actual de ciudad reivindica el aparcamiento como una suerte de acceso universal, una alfombra de autos con el motor aún caliente como puerta común al hipermercado y la universidad, el hospital y el hotel, la fábrica y la estación, o sencillamente el centro urbano de cualquier metrópoli (1). Si se acepta el carácter público y necesariamente ordenado y previsto en cualquiera de las operaciones que construyen la ciudad ¿por qué esa amalgama descoordinada de llanuras para vehículos entre los que deambular hacia nuestro destino? ¿Por qué la experiencia del parking sigue siendo en demasiadas ocasiones oscura, subterránea, inaccesible, desligada de los intereses disciplinares propios de la arquitectura?


Uno de los parques para coches más interesantes de Madrid se encuentra sobre las vías de la Estación de Cercanías en Atocha, obra de Rafael Moneo (1984-92). Una serie de cúpulas de aluminio se apoyan levemente sobre lucernarios de planta cuadrada alineados sobre los carriles ferroviarios; los tambores de ladrillo organizan las plazas y permiten ventilar e iluminar la estación inferior, al tiempo que introducen columnas de agua de lluvia o fanales de luz natural en verano (2). El espacio en su conjunto resulta fascinante, más propio del museo o del templo que del sombrío local para almacenamiento temporal de autos. Las perspectivas lineales marcadas en el pavimento generan una secuencia de bóvedas en claroscuro, mientras las perspectivas oblicuas crean un espacio isótropo en el que se entremezclan las coberturas lisas de las bóvedas con su envés nervado y brillante bajo la presencia luminosa de los óculos.

En esta obra aparece con claridad el reconocido civismo de Rafael Moneo, su respeto y consideración hacia el programa y (sobre todo) el lugar: “Un buen edificio es aquel que se acomoda debidamente en el ámbito donde se levanta” (3). El aparcamiento aparece rehundido respecto a las calles adyacentes, los niveles se resuelven con el oficio de los buenos arquitectos de todas las épocas, y en la escena urbana aparecen solo los personajes necesarios: la antigua estación, la torre del reloj y el nuevo cilindro de acceso peatonal (4). Sin embargo, la sencillez de la propuesta no está exenta del refinamiento propio de los proyectos excepcionales: mientras la estación de cercanías se resuelve bajo cubierta a través de una estructura de hormigón visto a modo de hangar ascético para el encuentro entre personas y trenes, el parque se remata con una delicada membrana a base de cúpulas de aluminio, un techo escenográfico, una alfombra barroca y vibrante alejada de cualquier puritanismo racionalista; una respuesta personal al ejercicio tantas veces desatendido del aparcamiento, en este caso, urbano y en cubierta (5). En arquitectura no hay temas menores o secundarios, repetimos con frecuencia. En palabras del propio Rafael Moneo: “no veo ningún proyecto al que no haya dedicado la misma intensidad” (6).

NOTAS

(1) Cabe señalar el origen etimológico común de la palabra aparcar en castellano (procede de parque) y en inglés, parking (procede de park, y ésta a su vez del francés parc - recinto). El hecho de aparcar constituye una acción temporal asociada a un lugar público que ha sido señalado al efecto por la autoridad (diccionario de la RAE).
(2) La situación de los lucernarios abiertos sobre las vías permite además alojar en su interior la estructura metálica que desciende hacia las vías con el objetivo de sostener puntualmente la catenaria de alimentación de los trenes.
(3) Rafael Moneo. Entrevista en La Vanguardia 13 de diciembre de 2013.
(4) Las bóvedas se sitúan a la misma cota de la Avenida Ciudad de Barcelona, liberando la visión del primer edificio administrativo de la antigua estación, el pabellón del arquitecto francés Bonoist V. Lenoir, trasladado desde la estación original en 1883 hasta su ubicación actual. Se le acompañó de tres edificios similares, siguiendo la estética francesa, unidos entre sí por corredores elevados de estructura metálica.
(5) “Moneo cree en el poder del ornamento para establecer una relación entre el edificio y el público. Desembarazado de estrecheces puritanas, con frecuencia idea trazados ornamentales para las superficies pasivas de sus edificios, tanto en el interior como en el exterior. Alan Colquhoun, AV36 (1992), pág. 11.
(6) Rafael Moneo. Entrevista en El país, 19 de diciembre de 2010 (por Anatxu Zabalbeascoa)


Foto MADC, junio 1999. 

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