7 December 2016

IDAS Y VUELTAS


Existen ocasiones en las que con cierta facilidad se puede reconocer una parte de lo que eres en el otro. Son ocasiones contadas. Curiosamente no se trata de una cuestión generacional, ya sabemos que cada cual elige -menos mal- a sus contemporáneos; tampoco materia de compadreo ni paisanaje más o menos local: presentimos compatriotas en cualquier parte del mundo. La resonancia personal y preciosa -por extraña- va más allá del mensaje, la aprobación, la afinidad o la empatía, escapa a las contradicciones del otro y a las propias y surge como una comunidad de sentimientos, a veces desde la sencillez sencilla de la risa.

El libro Idas y vueltas de Carlos Puente (1) toma la forma de un diario poco metódico o regular, un diario sin secuencias temporales establecidas que no responde a los formatos ni patrones propios de las publicaciones periódicas. Así la reflexión personal se entrelaza con la reseña de prensa, el apunte y cita de algunas frases o párrafos de arquitectura (libros), la necrológica (28 de marzo de 2004), el micro-artículo, la experiencia docente, el viaje, la declaración irónica -marca de la casa- de adscripción sotiana o el poema civil: "Soy una hoja pero pertenezco al árbol. Si construyo algo que se me parezca, ésa será también Arquitectura del árbol, de ese único árbol, que no es estrella, ni cometa, ni roca, ni río, ni ola, ni desierto, ni montaña, ni trueno..." (2). Todo es paisaje, sin embargo, incluso la hoja que persiste en el otoño y contra su propia naturaleza recibe -marcescente- a la primavera.

La sensibilidad en los textos de Carlos Puente nos produce la emoción nítida y sincera del relato intemporal, la "tradición del Mundo" (Pikionis) conectada a partes iguales con lo más profundo de lo humano y con esa llama imprecisa e imposible de cuantificar que, con frecuencia, referimos como Arquitectura: "Regla, Por defecto, el desorden. Por exceso, la rutina / Desgaire. Por defecto, la torpeza. Por exceso, el amaneramiento / Encanto. Por defecto, la tristeza. Por exceso, la cursilería" (3). Quizá se incurre en el peligro de aquel que voluntariamente desactiva las alertas de la realidad y sus sismógrafos, aceptando de algún modo la derrota de la Modernidad para sumergirse en un estado idealizado de la belleza y sus almíbares. Como apunta Paco Alonso en el prólogo del propio libro, "el mayor obstáculo para la comprensión de lo real es uno mismo": imposible escapar a la subjetividad de uno, acaso lo único que verdaderamente poseamos como propio y que sin embargo, no es más que una sucesión de idas y venidas hacia lugares comunes sobre los que discurrimos. Una sucesión de idas y vueltas

NOTAS

(2) Ibídem, 6 de noviembre de 2004, pág. 93.
(3) Ibídem, 25 de noviembre de 2004, pág. 94.

Imagen: Katia Lisant, Balthus (1968-76), Nueva York, colección particular. Imagen propuesta originalmente por Carlos Puente para la portada del libro. La mirada de Katia atiende al libro sin perder de vista lo que ocurre en la habitación. Gracias Carlos y Rosana.

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