En general, y salvo
honrosas excepciones, los arquitectos escribimos regular. En realidad, tiene
mérito el hecho de abordar con tanta pasión una tarea para la que no hemos sido
formados específicamente. Para apoyar nuestras ideas y convicciones con
frecuencia utilizamos una herramienta recurrente: la cita, un breve respaldo a
nuestro argumento gracias al apoyo oportuno de una voz autorizada. Ahora bien:
¿citamos bien los arquitectos cuando citamos?
A primera vista
podríamos concluir que no, y es que esto de las citas es tarea complicada. En
muchas ocasiones se desconoce la veracidad de la frase, o incluso la autenticidad sobre el autor real de la misma, y debemos
confiar en la referencia de un tercero. Conseguir la fuente primera (en su
idioma original) daría lugar a un trabajo ímprobo de investigación para cada
cita, paso obligatorio en la elaboración de una tesis doctoral. Por otra parte,
y dando por hecho la veracidad de lo escrito por un autor determinado en tiempo
y forma, habría que conocer muy bien no solo el texto sino el contexto en el que éste se formula: la Alemania de la
Bauhaus poco tiene que ver con Chicago en los años 50 o la España de los 60;
sin embargo, utilizamos simultáneamente citas de autores dispares, aislados en
el espacio y en el tiempo, sin tener en cuenta que tal vez, en su contexto, se
pretendía argumentar precisamente lo contrario a aquello que nosotros ahora
proponemos.
Los arquitectos
somos poco “científicos” en esto de las citas, y nuestros escritos tienden más
al ensayo que al tratado. En general solemos huir de lo categórico y, en su
lugar, cultivamos la exploración sensible de la arquitectura como una de las
fuentes más reveladoras de la cultura. De ahí que muchas de las citas que hemos
convertido de manera colectiva en “aforismos” sean en ocasiones solo frases
cogidas al vuelo que representan solo parcialmente las ideas del autor. En este
sentido, siempre nos ha parecido una tragedia rememorar la figura de Le
Corbusier por “la arquitectura es el juego sabio, correcto y magnífico de
los volúmenes bajo la luz”, una frase extraída de un artículo en 1921
escrito para elogiar los volúmenes puros, la geometría o la objetividad del
cálculo “de los silos y las fábricas norteamericanas” frente al lenguaje
decorativo del Quai d’Orsay o el Gran-Palais. O como recordaban Brijuni en su texto “Less is Less” para La
Ciudad Viva, el “Less is more” de Mies van der Rohe sería (según Pier Vittorio
Aureli) tan solo una frase pronunciada por el arquitecto alemán en una
entrevista de 1959. Si bien el uso de la primera ha justificado todo tipo de
formalismos contemporáneos, llama la atención la transformación interesada de
la segunda por parte del arquitecto danés Bjarke Ingels, dando lugar a su propia locución “Yes is
More” a la que ya se ha dedicado una entrada en este blog bajo nuestra
propia mutación: “Yes Needs
More”.
Para terminar el asunto de las citas desenfocadas pondremos otro par de ejemplos. A
raíz del citado “Less is Less” de Brijuni surgió un interesante debate en los
comentarios sobre la no menos famosa “dar liebre por gato” atribuida a
Alejandro de la Sota y que, como allí se dijo, procede, hasta donde nosotros
sabemos, de Víctor D’Ors, director de la ETSAM entre 1969-72 coincidiendo con
Sota como profesor. Mucho nos tememos que el sentido actual de esta cita poco
tiene que ver con el uso que de ella se hacía en la ETSAM en los años 60. Pero
no vayamos a creer que el oscuro laberinto de la cita es un fenómeno nuevo.
Como parte del desarrollo de la tesis "La casa
Domínguez. Alejandro de la Sota: construir - habitar", se demostró que alguna de las citas que el propio
Sota empleaba para justificar alguna de sus obras, en concreto la Casa
Domínguez, no era del todo oportuna ni exacta, y que tenía que ver más con la
construcción de un relato propio que con la existencia del antecedente al que
hacía referencia. Ante una evidencia tan poco confortable para algunos eruditos
(que habían dado por buena la cita de Sota durante años en numerosos libros y
artículos), se consultó por separado a dos eminentes catedráticos; curiosamente
ambos coincidían en la necesidad de desenfocar aún más el asunto. El primero aconsejó dejar la puerta
abierta a la duda: “no se debe exponer que la cita no existe, sino que ha
resultado imposible de encontrar”; el segundo, menos comprometido con la materia,
nos dijo: “hay que contarlo, pero que no se rompa la magia”.
Estupendo post, Miguel Ángel.
ReplyDeleteAdemás, si costoso puede resultar verificar el tema de la cita en una tesis, si hablamos de un post de un blog que se escribe en una hora, todavía más!
Por cierto, con tu texto, demuestras que hay excepciones a lo de que “los arquitectos escribimos regular”. Felicidades por la entrada.
Muchas gracias Stepienybarno, efectivamente en ocasiones al escribir un post no se puede (ni se debe) verificar una cita del mismo modo que en una tesis o un artículo científico. Tal vez en la dinámica del blog lo importante no sea tanto el rigor académico como la frescura de otras aproximaciones posibles a una misma materia. Abrazos!!!
ReplyDeleteEnhorabuena por tu interesante post. Como doctorando reconozco que muy habitualmente corremos el riesgo de desenfocar el tema por la utilización parcial de una cita o de una anécdota. También he releido el post del MAADU y no puedo estar más de acuerdo. Saludos
ReplyDeleteGracias por tu consideración J.A. Ortiz y suerte con la tesis, que las citas te sean favorables. Un abrazo.
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