El terreno suburbano se encuentra a menudo fragmentado en parcelas seriadas, un instrumento letal para la transformación del paisaje en obscena colección de solares. Solares desolados: mercancías. Con frecuencia las arquitecturas que han de habitar el territorio así desatendido, ocupan su lugar en relación a las otras, es decir, se aíslan o se adosan formando pares o hileras de proyectos repetidos. En cualquiera de estas ordenaciones la casa ocupa (oh paradoja) el lugar central de la parcela, convirtiendo el perímetro en un espacio residual y fragmentado, una franja ocupada por palmeras, barbacoas y otros elementos propios de un imaginario cultural uniforme y redundante.
Carrilho de Graça propopone la creación de un paisaje propio sin renunciar a la hermosa vista que se extiende ante las villas en la Quinta de Bom Sucesso: la construcción del horizonte o el proyecto como colección de paisajes. Los claustros definidos por una estrecha banda de programa en una sola planta, configuran racimos de viviendas familiares pero distintas ya sea por su geometría o por su posición respecto a la topografía del lugar: igualdad y diversidad (2). La higiene sencilla y radical de la arquitectura. Pero al margen de los temas de proyecto interesa aquí la actitud del arquitecto, su posicionamiento militante ante la tozuda realidad y sus múltiples y afiladas resistencias. Tal vez ser arquitecto consista en proporcionar al mundo una estructura más sensible, merodear en torno a las certezas de la cultura, indagar en los márgenes de nuestro tiempo: habitar el perímetro.
NOTAS
(1) João Luís Carrilho da Graça, El Croquis 170, Villas en la Quinta de Bom Sucesso, Caminho dos Ciprestes, Óbidos, Portugal, 2003-11, págs. 146-157.
(2) Imposible no recordar aquí las casas Kingo o Kingohusene de Jørn Utzon en Elsinor, Dinamarca, 1956-58.
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