A diario recorremos calles, pasajes, parques o plazoletas: itinerarios cotidianos. En la ciudad nuestros pasos se ordenan en circulaciones racionales, puentes, apeaderos, aceras, pasos de cebra, líneas calibradas sobre las que nos movemos por inercia, como si la geometría del camino fuese parte indisoluble de "nuestro terrible ser rectilíneo" (1): la geometría como el verdadero lenguaje de lo humano. Otros lugares, sin embargo, nos obligan a deambular, trazar sinuosas andaduras entre sus pliegues topográficos sin señales ni marcas: mapas en blanco para lo que aún queda en nosotros de seres vacilantes, erráticos, primitivos y no obstante fascinantes como la mirada de un animal desconocido.
Desde la razón geométrica o la intuición orgánica hemos establecido una relación con el territorio durante siglos: el puente romano cruzaba el río en su tramo más angosto, racional, rectilíneo como el cardo y el decumano que daba origen a la propia ciudad desde la eficacia militar. El enterramiento nórdico, en el otro extremo, engendraba montañas que acogían al guerrero muerto y todas sus pertenencias, al tiempo que alertaba a los enemigos sobre la presencia de sus correligionarios.
El puente se erige, la montaña surge.
Interesan aquí aquellas intervenciones en las que pulsión racional y emocional han alcanzado un cierto equilibrio. Pensemos en el Cementerio del Bosque o el de Igualada, porque un cementerio es una infraestructura a menudo sistematizada y regular (2); pensemos en la biblioteca para la Musashino Art University, porque una biblioteca es un almacén ordenado de libros (3); pensemos en el viejo puente incendiado de Lucerna o el reciente puente de Covilha, porque un puente es una línea optimizada sobre el abismo (4); pensemos en la Piazza del Campo de Siena, la Ópera de Oslo, el monumento en Berlín a los judíos de Europa asesinados y tantas otras intervenciones sobre el territorio que no solo se erigen, sino que de algún modo surgen. Infraestructuras ligeramente maleables desde una pequeña pero significativa excepcionalidad. Razones de una perceptible alteración euclidiana.
NOTAS
(1) Elías Canetti se refiere así al hombre en comparación con los demás animales. Ver Canetti, Elias, Libro de los muertos, Barcelona, Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, 2010, pág. 76.
(2) El Cementerio del Bosque organiza una serie de caminos entre sus claros, capillas y mortuorios, integrándose las sencillas lápidas verticales en el territorio del bosque.
(3) Biblioteca organizada en espiral que propone un recorrido organizado y al tiempo permite la visita errática: encontrar el libro versus que el libro nos encuentre a nosotros.
(4) Puente que salva 220m de distancia y 52m sobre el nivel inferior mediante una linea curva en el aire. El caso de Lucerna emociona por su disposición a modo de travesía quebrada sobre el Reuss, uniendo la ciudad antigua con la nueva sosegadamente.
Foto: Roland Halbe
(1) Elías Canetti se refiere así al hombre en comparación con los demás animales. Ver Canetti, Elias, Libro de los muertos, Barcelona, Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, 2010, pág. 76.
(2) El Cementerio del Bosque organiza una serie de caminos entre sus claros, capillas y mortuorios, integrándose las sencillas lápidas verticales en el territorio del bosque.
(3) Biblioteca organizada en espiral que propone un recorrido organizado y al tiempo permite la visita errática: encontrar el libro versus que el libro nos encuentre a nosotros.
(4) Puente que salva 220m de distancia y 52m sobre el nivel inferior mediante una linea curva en el aire. El caso de Lucerna emociona por su disposición a modo de travesía quebrada sobre el Reuss, uniendo la ciudad antigua con la nueva sosegadamente.
Foto: Roland Halbe
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