No existe para los arquitectos un
estado de mayor excitación que aquel que promueve la antesala del viaje: el
mejor texto para aprender arquitectura es la propia arquitectura. Como adictos
sometidos a una poderosa influencia, leemos y documentamos con cuidado aquellos
lugares y espacios que nos aguardan en un verdadero ejercicio de (re)descubrimiento.
Sin embargo, el viaje supone una valiosa herramienta de conocimiento cuyos
estadios van más allá de la sorpresa ante el hallazgo, la revelación, o la
conquista.
La primera vez nunca se olvida. La
emoción de la arquitectura produce un placer intenso y, sin embargo, se hace
necesario un último estadio en el camino hacia el conocimiento, la distancia
que separa el hecho de (re)conocer y (re)pensar,
es decir, considerar en el regreso toda la experiencia desde su origen: el
viaje de arquitectura se dilata más allá de cualquier retorno. El viaje de
arquitectura, al margen de la luz nórdica o mediterránea, (re)configura nuestra
mirada sobre el Mundo y el Hombre, el paisaje y nosotros: el viaje de
arquitectura es un viaje hacia uno mismo. Como escribiría Le Corbusier en el
último fragmento de su Viaje a Oriente: Rien
n’est transmisible que la pensé. Solo es transmisible el pensamiento. La
arquitectura late (y cómo!) en la arquitectura
del viaje.
NOTAS
(1) Recomendamos “El proyecto
como (re)construcción”, de Helio Piñón, Barcelona, Ediciones UPC, 2005, no por
su relación directa con el viaje, sino por la importancia de la reconstrucción en el proceso de
aprendizaje del proyecto de arquitectura.
(2) La documentación de cualquier
obra en una publicación se encuentra sometida tanto al implacable filtro del
autor como a las leyes selectivas del editor, es decir, su compresión siempre
será parcial, dirigida e incompleta.
(3) Le Corbusier, El Viaje de
Oriente, Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos, Librería
Yerba, Murcia, 1993, pág. 25.
Dibujo de portada MADC, "Right Wing", Stavanger - Oslo, 1 de julio 2014
No comments:
Post a Comment