La construcción de la ventana supone
un verdadero ejercicio de concentración. El simple hecho de perforar un muro
permite tamizar la luz, domesticarla, iluminar como función primera y esencial
del hueco (1). En ocasiones la ventana se presenta además como un espacio en sí
mismo, un intermedio profundo al que cualificar desde la configuración de sus
propios límites, un pabellón instalado entre el afuera y el adentro.
La dotación espacial
del hueco genera un lugar humanizado, reconocible, adaptado a nuestro régimen
dimensional: el espacio ventana
humaniza la arquitectura, intermedia entre la habitación y el paisaje desde su condición
de espacio dentro de otro espacio
(3). De hecho, si la arquitectura fuera entendida como una sucesión telescópica
de espacios anidados, de la naturaleza a la ciudad, de la ciudad a la
comunidad, de la comunidad al edificio, del edificio a la habitación, se podría
establecer entonces una figura ciertamente nuclear, un interior sucesivamente contenido:
el espacio ventana como el principio de la organización del espacio en el
espacio.
NOTAS
(1) Le Corbusier añadiría otras dos funciones
esenciales aunque independientes: mirar y ventilar. Ver tesis inédita “La
densidad del límite”, Carmen Martínez Arroyo, ETSAM, 2004.
(2) Fundació Vila Casas, BAAS
Arquitectura, Jordi Badia y Jordi Framis, Barcelona 2007-2009. Los muros de
piedra de la industria existente en el Poble Nou, se presentan como un
palimpsesto de materiales, arcos, cicatrices, antiguas puertas o ventanas
(ahora ciegas) y nuevos huecos, una estrategia de órdenes diversos que conviven
con naturalidad sobre la superficie rugosa de la fábrica.
(3) “La arquitectura es la
organización del espacio en el espacio”. Eliel Saarinen, Search for Form, Reinhold Publishing Corp., Nueva York
1948, pág. 254.
Foto: MADC
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