En la actualidad los arquitectos abordamos
con asombrosa solvencia construcciones
poco frecuentes dentro de nuestra formación académica y disciplinar. En
concreto, emergen entre otras, interesantes propuestas en el campo de la indumentaria,
el diseño de moda, las técnicas de patronaje
e incluso la producción de estas otras envolventes para el cuerpo humano (1). La
filiación disciplinar parece evidente y de hecho, si se recurre al lenguaje, la
terminología asociada a la construcción de espacios y a la vestimenta presenta
en algunas lenguas el mismo origen común: “la palabra Wanda (muro) posee la misma raíz y el mismo significado básico que
Gewand (vestido), aludiendo directamente al antiguo origen y al tipo de
cerramiento espacial visible” (2). Interesa aquí sin embargo, no tanto el
abordaje del diseño del traje desde las herramientas propias de la arquitectura,
sino la consideración de ésta como parte de un conjunto de filtros y urdimbres
graduales entre el cuerpo y el afuera, una serie de permeabilidades sucesivas
íntimamente ligadas a nuestra identidad.
La indumentaria está ligada
íntimamente a los procesos de construcción de nuestra identidad, pero y la
arquitectura ¿debe representar de alguna forma nuestra expresión vital? Y en
caso afirmativo ¿cómo hacerlo siendo todos nosotros tan distintos? Una
posibilidad resulta de los colectivos: en la Unidad de Habitación de Marsella
habitan, fundamentalmente, arquitectos; nos reconocemos en la superestructura
de hormigón casi de la misma manera que aceptamos ciertas normas no escritas en
el vestido o el lenguaje disciplinar; los espíritus transgresores e inconformistas
que habitan en la pandilla
adolescente vibrarán en la Casa de la Juventud de Rivas (7); los colores y texturas de trajes y vestidos se
activarán ante la paleta picassiana
de fondos grises en el Museo del Traje. Habitante e identidad, reconocimiento y
activación, colectivo e individuo, cuestiones transversales y comunes a una
disciplina que se despliega sobre refugios sucesivos. El hecho de habitar siempre vuelve, como tema esencial y primero, sobre el abrigo (8).
NOTAS.
(1) Una buena muestra de ello se dio cita el
pasado 29 de marzo en el Portfolio Speed Dating organizado por Roca Gallery y
comisariado por Brijuni Arquitectos: las propuestas de la ganadora Ara González
o la finalista Brezo Alcoceba coincidieron con la presencia en el jurado de
Nacho Martín, arquitecto y profesor de Diseño de Moda en el IED ModaLab.
(2) Gottfried Semper, en Style in the Technical
and Tectonics Arts or, Practical Aesthetics, p. 248. Visto en la tesis
doctoral de Nacho Martín, Trajes
Espaciales. La vestimenta como proyecto arquitectónico, ETSAM 2012.
(3) MEAC, Madrid. El edificio
original es obra de los arquitectos Jaime López de Asiaín Martín y Ángel Díaz
Domínguez. Actualmente está catalogado como Bien de Interés Cultural y fue
Premio Nacional de Arquitectura en 1969.
(4) Sirvan estas líneas como humilde
homenaje a Darío Gazapo, uno de mis más queridos y admirados profesores en la
ETSAM.
(5) La Ciudad Universitaria se
instala a finales de los años 20 en la finca de La Moncloa, un entorno natural
de más de 300 ha situado en el noroeste de Madrid en la margen izquierda del
río Manzanares, situación inspirada por los campus verdes norteamericanos bien
conocidos por Alfonso XIII.
(6) Darío Gazapo, entrevista en
serie documental producida por MDAi (Máster en Diseño y Arquitectura de
Interiores), ETSAM, UPM.
(7) Manuel Collado y Nacho
Martín, Mi5 Arquitectos, 2009
(8) Abrigo. (Del Latín Aprȋcus,
defendido del frío). Defensa contra el frío / Refugio / Auxilio, amparo.
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