Que la arquitectura no es posible
sin la luz resulta tan evidente como inexacto. O al menos incompleto. Efectivamente,
tantas veces se nos ha dicho ya, la luz puede ser la materia prima de la
arquitectura, su sustancia. Cierto. No hace tanto el ciclo de la vida se
organizaba en torno al ciclo solar y la arquitectura convocaba a la penumbra al
abrigo de noches estrelladas (1). La electricidad estimularía la mágica
capacidad de los hombres para la fabricación de la luz, el artificio luminoso
que permitiría la modificación de patrones ancestrales de conducta. Sin
embargo, se suele obviar con frecuencia un componente no menos fundamental para
el hecho de habitar, un espectro presente en la hoguera y la luminaria, una energía
tan inmaterial como ferviente servidora de la luz: el calor.
Al margen del deliberado
ejercicio de alteración perceptiva noche-día (3), interesa aquí la ingeniosa
aportación térmica de las luminarias, haciendo visible un proceso que a menudo
pasa inadvertido dentro de la configuración del espacio. La capacidad de las
lámparas para derretir la nieve no solo resulta un hecho evidentemente
práctico: su desaparición visibiliza un proceso de liberación de calor a menudo
oculto en turbulencias y movimientos de aire en el espacio interior. El calor
ejerce una poderosa capacidad de transformación sobre los fluidos que nos
envuelven y afectan. El calor nos incuba y nos devuelve a situaciones
prenatales libres de toda entropía; Dennis Oppenheim representaba bien este proceso
a través de su instalación “Aging” (4). También aunque desde otra perspectiva,
arquitectos como Philippe Rahm se han empeñado en reconciliar la naturaleza
corpuscular de la luz con su ascendente termodinámica, cartografiando las
variaciones de temperatura o humedad relativa con la precisión del científico
que opera desde la monitorización de un hábitat. ¿Qué tienen en común Aalto,
Oppenheim y Rahm? Bueno, todos ellos han trabajado con la luz como instrumento
para visibilizar el calor.
NOTAS
(1) Llama la atención el diseño
de lámparas de aceite y soportes para velas en las primeras obras de Wright en
Oak Park a finales del Siglo XIX y principios del XX.
(2) Edificio Comercial y de
Oficinas “Rautatalo”, Helsinki, concurso 1952, construcción 1953-55. Apodado
“Iron House” debido al nombre de sus propietarios “The Association of Iron
Dealers”.
(3) Que trataremos en otra
ocasión.
(4) La instalación “Aging” (1974)
se expuso en el Edificio Sabatini del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía
dentro del proyecto “DENNIS OPPENHEIM. Taller de investigación sobre fondos del
MNCARS”, Madrid 19 de abril al 3 de noviembre 2005. Una serie de figuras de
cera erguidas y alineadas ante idénticos focos de luz infrarroja separados una
distancia variable in crescendo; la
luz permitía observar las figuras mientras el calor las fundía y hacía retorcer
en un lento cambio de posición. Algunas se sentaban, otras caían de rodillas
antes de tumbarse y desaparecer conformando una masa informe y desfigurada. El
interés de la obra reside en hacer visible una variable que rara vez se puede
observar en la escultura: el calor.
Qué post más chulo! El blog va cogiendo un peso importante! Además, con compañeros de viaje como Aalto, nada puede ir mal. Por cierto, tuvimos la suerte de pasar un buen rato en el Iron House y es una maravilla. Un abrazo.
ReplyDeleteGracias amigos de Stepienybarno, sin duda la visita al edificio supera cualquier texto, yo aún la tengo pendiente. Cuando vaya, a ver cómo ingenio para salir a la cubierta y acceder a los lucernarios-lámpara, me consta que no es fácil. Abrazos!
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