En
ocasiones el espacio de trabajo resulta de premisas bien definidas como la luz,
el orden o la propia capacidad de producción. No es el caso del taller de
pintura, cuyo esquema depende fundamentalmente de las conexiones entre el modo
de hacer del propio pintor y su estilo de vida. En cualquier caso, parece que
luz y espacio deben ser los dos ingredientes básicos para la creación,
categorías cuidadosamente calculadas por el propio autor como marco y
estímulo necesario para su propia creatividad. Sin embargo ¿qué ocurre cuando la
acción productiva supera el espacio y la luz, cuando el orden desaparece por
completo, cuando la acción es de tal intensidad que puede producir el borrado de la arquitectura? (1)
El
malagueño convierte sus casas en talleres de producción continuada, sin medida y
sobre cualquier soporte, acumulando lienzos y vasijas, dibujos y esculturas en
un interesante ejercicio de borrado
interior: desaparecen primero los muros, después las ventanas y suelos, hasta
que su trabajo inunda el espacio interior y éste se reduce al límite de lo habitable.
Después, la casa es abandonada y con ella toda la producción artística acumulada
en el interior: Picasso se marcha tan solo con su bañador y con sus perros. Lo
importante no es la luz, ni tampoco el espacio, ni tan siquiera su propia obra.
Lo verdaderamente valioso será la acción, el momento de la producción, la excitación del trabajo
creativo en esa atmósfera vacacional de sus palacios rurales en la Costa Azul. Acción
y borrado: “Todo acto de creación es en primer lugar un acto de destrucción” (2).
NOTAS
(1)
El uso de la palabra “borrado” hace referencia no a la desaparición, sino al
momento de la creación que plantea nuevas posibilidades desde el re-aparecer:
“Borrar es acto entre actos”. Ver Tesis de Uriel Seguí “Borrar: acción
espaciadora”, ETSAM 2005.
(2) Pablo Picasso. En 1961 abandona la “Villa California” (en la imagen)
y toda su obra producida en el interior para instalarse primero en el Château
de Vauvenargues, y después en Mougins hasta su muerte en 1973. Unos meses
después se procede a la apertura de la villa: llevó más de tres años catalogar
e inventariar el enorme tesoro que la casa guardaba; el Museo Picasso de París
fue fundado específicamente para recoger la totalidad de sus fondos.
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