Habitar la sombra resulta hoy extravagante, incómodo para el ojo que sobrevive inmerso en la cultura de la sobre-exposición, la luz permanente a cualquier hora y en cualquier lugar: luz dilapidada. Nos excita el mundo de la luz visible desde los satélites, un mundo que deforma la visión en detrimento del resto de nuestros sentidos. En este contexto, la experiencia de la sombra resulta reconfortante para el cuerpo (y el espíritu), la sombra despierta de alguna manera nuestro más recóndito sistema perceptivo, la sombra "que identifico con el tacto como si fuera un ciego" (1).
Las iglesias nórdicas de ladrillo oscuro resultan especialmente
emocionantes desde la penumbra humilde y el silencio solemne de las velas. El
racionalismo blanco de los años 20 y 30 en Europa, favorece la recuperación en
décadas posteriores de nuevos muros de ladrillo y mortero estructural en Suecia, Finlandia,
Noruega o Dinamarca, una arquitectura táctil más cercana y amable para el hombre de posguerra. En Suecia, Peter Celsing introduce un duro ladrillo recocido de
Helsingborg (2) que sin duda hubieron de conocer otros maestros
nórdicos: "La predilección de Lewerentz por los albañiles es bien
conocida, dirigiendo sus actos hacia nunca quebrar un ladrillo" (3). Los
arquitectos noruegos Lund & Slaato recuperan este ladrillo en los 60
para su monasterio franciscano de San Hallvard en Oslo (1966), heredero del
refinamiento de Lewerentz en San Marcos (Estocolomo, 1960) y contemporáneo de
San Pedro (Klippan, 1966). Exigencias materiales de la penumbra.
Al margen del ladrillo como valor artesanal y ejercicio de recuperación de técnicas tradicionales propias del mundo nórdico (4), interesa aquí la profundidad que despliega cada proyecto en la definición de sus grados de penumbra. Cada lugar parece estar consagrado a su justa luz, apareciendo un catálogo extraordinario de pequeñas rendijas y huecos de luz rasante, luz en la sombra cómplice de la tersura rugosa y mineral de cada ladrillo, fluido apenas visible en el discurrir impreciso de las llagas entre la cerámica. El poeta Claudio Rodríguez lo sabía: "en la sombra hay luz". Sin dudarlo (5). Como si en la atmósfera densa de lo oscuro se encontrara el origen remoto y denso de la más luminosa claridad. La luz en la sombra.
NOTAS
(1) José Manuel Caballero Bonald, "Sombras le avisaron", en Marcas y Soliloquios, Valencia, Pre-textos, 2013, pág. 200.
(2) Helsingborg se sitúa a unos 50 km al norte de Malmö.
(3) Henrietta Palmer, "Suecia: las últimas iglesias", DPA 26, Barcelona, UPC, 2010, pág. 18.
(4) La recuperación de técnicas medievales de construcción está asociada a un cierto romanticismo fuertemente vinculado a sentimientos de identidad nacional. Interesa aquí en mayor medida, la variable urbana que supone situar estas iglesias como "nuevas ruinas" en barrios periféricos de nueva creación.
(4) La recuperación de técnicas medievales de construcción está asociada a un cierto romanticismo fuertemente vinculado a sentimientos de identidad nacional. Interesa aquí en mayor medida, la variable urbana que supone situar estas iglesias como "nuevas ruinas" en barrios periféricos de nueva creación.
(5) Claudio Rodríguez, "A las estrellas", Conjuros, 1958. Edición consultada, Claudio Rodríguez, Poesía completa (1953-1991), Barcelona, Tusquets, 2004, págs. 67-69.
Imagen. Iglesia de San Pedro, Klippan 1966. Autor desconocido.
Imagen. Iglesia de San Pedro, Klippan 1966. Autor desconocido.
No comments:
Post a Comment