La puerta que Alicia encuentra en
la madriguera del conejo es, en realidad, una ventana. A pesar de su apariencia
de puerta, su minúsculo tamaño la
convierte en tan solo una hendidura practicada en la pared desde donde poder
mirar el jardín más maravilloso del mundo
(1), ese lugar fascinante que se esconde tras los muros y al que todos nos
hemos asomado alguna vez, aunque solo Amélie
Poulain pudiera rescatar una antigua caja
repleta de tesoros (2). En arquitectura contamos con una maravillosa herramienta
de proyecto, la puerta amplificada, un
mecanismo de acceso que trasciende el elemento “puerta” para formar parte de
una curiosa constelación de ventanas, pasajes, umbrales, bosques e incluso muros
que constituyen “otras puertas” ante la imaginación del habitar cotidiano.
Cuando en 1914 Asplund y
Lewerentz presentan su propuesta para el concurso del Cementerio Sur de
Estocolmo, eligen como lema “Tallum” (pinar), preservando el frondoso bosque
existente como la más poderosa de las puertas de acceso en el límite último de
la vida: el Cementerio del Bosque (3). Las puertas se vuelven excitantes cuando,
por algún motivo, dejan de serlo. Es entonces cuando se amplifican, comienzan a
ser, reverberan afuera y adentro: desaparecen. Para Alejandro de
la Sota las puertas son los muros, en ocasiones tabiques que giran o se
deslizan sobre el suelo integrándose en paredes ahora más gruesas: “si
pudiésemos entrar en nuestras casas como entró el Comendador, a través de los
muros, habríamos hecho desaparecer esta otra tonta palabra: la entrada” (4). Mies
lo hizo antes: si se observa con atención la planta de la Casa con Tres Patios (1934), se puede comprobar la total y absoluta
ausencia de puertas; a pesar de la presencia de un camino que conecta la casa
con el exterior del recinto, el ventanal se propone como una membrana continua,
transparente y transpirable, una veladura
vaporosa y accesible en toda su extensión bidimensional; tal vez en este caso
la verdadera puerta sea el camino, flanqueado por el árbol y el muro exterior
de ladrillo (5). En el interior, sin embargo, las puertas se han transformado en
pequeños espacios entre las distintas estancias, umbrales en penumbra que
sirven de transición entre funciones de distinta naturaleza, el lugar preciso
entre un dormitorio y un baño.
Para Sáenz de Oíza la puerta es “el centro del mundo en
arquitectura” (6). La aparente trascendencia de sus palabras no revela la
frescura de algunas soluciones concretas ciertamente ingeniosas, como aquella
puerta levadiza que diseña para una de sus casas y que utiliza como puente para salir y entrar; al cerrar por la
noche, las huellas sobre la superficie vertical indican una extraña capacidad
de los habitantes para caminar sobre las paredes: la increíble puerta magnética, una solución brillante, la
puerta cinematográfica como
instrumento para la fabricación de historias, un género en sí mismo cultivado
por grandes directores como Jacques Tati o Billy Wilder: “es aburrido ver a
alguien entrar en una casa por la puerta. Es mucho más interesante cuando
alguien entra por la ventana”.
NOTAS
(1) Alice’s Adventures in Wonderland, Lewis
Carroll, 1865. Dibujos de la primera edición por John Tenniel.
(2) Le fabuleux
destin d'Amélie Poulain, Jean-Pierre Jeunet, 2001.
(3) En la imagen
de cabecera, acceso a la Capilla en el Bosque, Erik Gunnar Asplund, Cementerio Sur de Estocolmo.
(4) Alejandro de la Sota;
Alejandro de la Sota, Madrid, Pronaos 1989. Sobre la casa en la calle Dr. Arce,
Madrid, tristemente demolida el 12 de abril de 1987. http://elpais.com/diario/1987/04/22/madrid/546089054_850215.html
(5) Ver El árbol, el camino, el
estanque ante la casa; Luis Martínez Santa-María, Barcelona, Arquía 2004.
(6) Francisco Javier Sáenz
de Oíza, Escritos y Conversaciones, Barcelona, Fundación Caja de Arquitectos
2006.
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