El Ayuntamiento de Madrid y el
Real Madrid han llegado a un acuerdo para la modernización del estadio Santiago
Bernabéu. Parece desde luego una buena noticia. Varias si me lo permiten. En
primer lugar, desde un punto de vista exclusivamente de la gestión de intereses:
por un lado el interés general de los ciudadanos y la responsabilidad
ineludible de los actores implicados en la construcción de la ciudad; y por
otro, el legítimo interés del Real Madrid por renovar y pulimentar la monumentalidad
de su feudo. La política, diríamos mejor la gobernanza, adquiere en este caso
todo su sentido estratégico como instrumento al servicio de la ciudadanía y al
mismo tiempo, la puesta en valor de un importante activo de la cultura local.
En segundo lugar, desde el punto de vista del diseño y la propuesta de regeneración
urbana: la nueva solución libera espacio público y zonas verdes alrededor del
estadio, la piqueta esta vez no se presenta al servicio de la especulación
inmobiliaria, sino como el matiz necesario sobre una edificación
privada al servicio de la ciudadanía y la construcción del espacio público, una
operación además sin coste para la administración local según la información
facilitada a los medios por el consistorio: se agradece el esfuerzo,
paga el Real Madrid (1).
Por último, quedaría por discutir el
auténtico valor del icono –el estadio o edificio resultante- como instrumento
de regeneración de la ciudad. Se mantiene el uso deportivo actual y la
edificabilidad vigente, quedando fuera del proyecto los usos comercial y
hotelero propuestos en el concurso inicial, usos que sin duda hubieran alterado
aún más la rutina diaria en los alrededores del estadio. Se mejora además la accesibilidad, la seguridad o la eficiencia de los sistemas
existentes, constituyendo la nueva cubierta retráctil un atractivo
especialmente apropiado a la hora de matizar la contaminación acústica y
lumínica durante los días y las noches de partido. A pesar de los aciertos en
la gestión del icono, se echa en falta una mayor apertura del estadio hacia
el barrio, un mayor compromiso en la concreción de un mínimo programa social
de en el estadio: integración urbana a la manera de otros importantes templos deportivos europeos. Tampoco ayuda a la lectura aperturista o acogedora la fría envolvente
metálica cerrada sobre sí misma y que lamentablemente oculta la poderosa
historia de una construcción ininterrumpida durante décadas: la “fábrica” de Di
Stefano desaparecerá para siempre bajo la nueva “carrocería” made in Germany (2).
Como balance general del acuerdo,
y a pesar de las siempre mejorables condiciones que se presentan, debemos
considerar la solución final como aceptable, presentando una mejora
sustancial en los aspectos anteriormente descritos siempre en relación a la
propuesta inicialmente presentada por el club blanco en el año 2014 y sobre la
que escribíamos con anterioridad (3). En algo hemos avanzado, diríamos incluso que en mucho: modelo de gobernanza, modelo
de regeneración urbana y propuesta de gestión ambiental de la propuesta renovada. Al parecer las obras comenzarán en 2017 y el coste de las mismas
ascenderá a unos 400 millones de euros: más madera, a pesar del icono.
NOTAS
(1) Se urbanizarán 15.000m2 de suelo público incluyendo la ampliación de acerado en el Paseo de la Castellana con una nueva Plaza en lugar del aparcamiento actual y la liberación de 6.000m2 de la Esquina del Bernabéu como nuevo espacio ajardinado en la Plaza de los Sagrados Corazones. Además, se ampliarán las aceras en la avenida de Concha Espina gracias a la demolición de las torres de acceso y evacuación, que serán reubicadas, y se renovará la calle Rafael Salgado, que se convierte en una calle semi-peatonal con tráfico de coexistencia y nuevas zonas estanciales.
(2) El proyecto lo firman la empresa alemana GMP Architekten, L35 y Ribas&Ribas. Señalar los 152.000m2 que aparecen en la web de L35 aquí, frente a los 125.000m2 finalmente aprobados.
(3) Ver "Tuneando el Bernabéu", publicado en febrero de 2014 aquí.
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