Boa Mistura realizó en 2015 un
impresionante mural en Getafe,
ciudad situada en la periferia sur de Madrid. La obra ocupaba una gran pared medianera
sobre la que se asomaban estrechos patios de luces dejando entrever el origen humilde de la edificación. Grandes y coloridos motivos vegetales rodeaban la
palabra VIDA, tatuada sobre unos inmuebles ciertamente precarios.
Paradójicamente, la “vida” se instalaba junto a una explanada aparcamiento
permanentemente saturada de coches. El mal estado de estos inmuebles ha
obligado al ayuntamiento a rehabilitar de inmediato las medianerías, borrando
en poco tiempo el trabajo original de Boa Mistura, que volverá a germinar
de nuevo tras la rehabilitación (1).
Las medianeras aparecen en la periferia como un termómetro o pantalla sensible ante posibles conflictos y estados latentes. En este caso, resulta obvio que la rehabilitación técnica de la medianera constituía una prioridad, y no solo por la mejora de su aislamiento térmico o impermeabilización. La fragilidad de este tipo de construcciones invita a trabajar de manera integral con la habitabilidad como objetivo principal e irrenunciable: por un lado la conveniente apertura e incremento espacial de las viviendas; por otro, la mejora del espacio público desde la regeneración del aparcamiento adyacente, un ejemplo paradigmático de terrain vague. Más allá de operaciones aparentemente cosméticas, el origen humilde de estos bloques y la saturación de su entorno urbano parecen reclamar la atención de procesos regeneradores integrales y participativos a escala de barrio.
Una tarde, durante un paseo y
ante el mural que nos ocupa, tuve la oportunidad de preguntar a un buen y
admirado amigo arquitecto: ¿a ti qué te parece esto, precisamente aquí?
¿Está bien? Su respuesta fue francamente interesante: “estas viviendas lo
que necesitan de verdad es un metro más en la medianera, modificar la normativa
y expandir las casas hacia la calle. Además, ¿qué orientación tiene la
medianera?” Oeste, contesté yo. “Entonces, más que pintar los árboles, tal
vez deberían haberlos plantado”. En la inmediatez de su respuesta se encontraba sin
embargo la voz del maestro preocupado por el inmueble y sus habitantes, pero
también por el espacio público, al sugerir la sustitución del aparcamiento por
un espacio verde protector. En una sola frase, mi amigo hilvanó habitación,
edificio, espacio público, ciudad y naturaleza desde una respuesta
incontestable: la respuesta de la arquitectura atenta.
¿Estuvo mal entonces la obra de Boa
Mistura? Todo lo contrario. El tratamiento de las medianeras subraya
precisamente esta necesidad: nos sirve de marcador. El carácter llamativo y
efímero del color sobre el muro funciona como el recordatorio de un asunto
pendiente, una necesidad que habrá de abordarse en un periodo razonable de
tiempo: el desvanecimiento de la palabra VIDA por acción de la lluvia, el
viento y el sol será un buen indicador para actuar sobre esta medianera, por
otro lado, una medianera cualquiera, que en poco difiere del resto de las
medianeras del barrio, de cualquier barrio periférico en realidad. Boa Mistura,
en palabras de Richard Sennett, estimula aquí “la atención focal a lo
arbitrario, a lo problemático, pero también a lo importante” (2). En este sentido, el tratamiento de las
medianeras funcionaría como lo hace la piel de algunos animales en la
naturaleza: el color informa de un riesgo y al mismo tiempo, de una
oportunidad, proponiendo un marcador visual arbitrario que orienta y facilita
modelos de comportamiento, señales que lejos de indicar nada en particular,
“constituyen una marca del entorno en sí mismo” (3).
El arte es un medio de
conocimiento. Entender la ciudad como un proyecto experimental, abierto, flexible
y en transformación continua, supone estimar el arte urbano como una parte importante
de esta sucesión de procesos de idas y venidas. Si como dijo Oscar Wilde “la
vida imita al arte, mucho más de lo que el arte imita a la vida”, puede que los procesos de transformación urbana también lo hagan (4). Tal vez entonces sobre
estas humildes medianeras recaigan en el futuro mayores responsabilidades de orden
ambiental, habilitando nuevas infraestructuras porosas o terminales de orden regenerativo allí
donde la periferia presenta una ventana de oportunidad: puede que sobre estos
aparcamientos se encuentren los jardines y reservas de agua de la ciudad
próxima (5). Quizá entonces, la palabra VIDA nunca tuvo tanto sentido como aquí
(6). La vida, en este caso, desde los intersticios explícitos, desde los
no-lugares, desde aquellas realidades que, en estado latente, aguardan su
siguiente significado ya sea regulado o informal, presentido o inesperado,
sensible o cruel. Un poco como los avatares de nuestra propia existencia.
NOTAS
(1) El Ayuntamiento ha anunciado
su renovación en diciembre 2019. Tras la rehabilitación de los muros
medianeros, se contará de nuevo con Boa Mistura para el trabajo de arte final.
Ver noticia aquí.
(2) Sennett, Richard. Construir y
habitar. Ética para la ciudad. Barcelona, Anagrama, 2019, pág. 277.
(3) Ibidem.
(4) Ver Oscar Wilde, La
decadencia de la mentira, Madrid, Siruela, 2004.
(5) Ver "Una nueva centralidad para los aparcamientos", por Marta Rabazo Martín, en Hipo-Tesis Vol.7, La Oportunidad del Afuera, págs. 112-123, enlace aquí.
(5) Ver "Una nueva centralidad para los aparcamientos", por Marta Rabazo Martín, en Hipo-Tesis Vol.7, La Oportunidad del Afuera, págs. 112-123, enlace aquí.
(6) En este sentido, recomendamos
el artículo “Comuna 13 de Medellín: mucho más que arte urbano”, por Jorge
Arévalo, José Ramón Sobrón y Francisco Romero, revista Ciudad Sostenible nº38,
págs. 64-67.
Imagen: Sebas
Navarrete.
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