1 June 2015

ARQUEOLOGÍA DE LA TÉCNICA


En ocasiones parece que todo ha sido dicho ya acerca de un edificio. Posiblemente éste sea el caso de Bankinter, obra de Ramón Bescós y Rafael Moneo durante los años 1972-1977. Resulta imposible abordar aquí en unas pocas líneas la cantidad de referencias y otros cultismos atribuidos al proyecto por críticos y expertos desde su nacimiento: Venturi, Aalto, Kahn, Loos, Wright, Utzon, Stirling...una obra colmada de citas ante las que resulta verdaderamente difícil encontrar detractores (1). Sin embargo, Bankinter va más allá del mero baúl del erudito e incluso más allá de la propia arquitectura, constituyendo una auténtica declaración de principios en torno a la construcción de la ciudad.

Sin duda una de las cuestiones analizadas con más entusiasmo y profusión por la crítica será el revestimiento de ladrillo (2). Su aparejo y cualidad material, análoga a la del palacete existente, obliga a la recuperación de técnicas de ladrillo prensado propias del Siglo XIX, artesanías olvidadas en palabras del propio Rafael Moneo (3). La formación de los huecos mediante jambas estratificadas supone la oportunidad de expresar el espesor del muro, estableciendo unos huecos profundos herederos de las antiguas fábricas madrileñas. Frente a la investigación tecnológica desarrollada en numerosas sedes bancarias proyectadas en Madrid durante los setenta o frente al internacional high-tech, se establece aquí un ejercicio meditado de arqueología de la técnica, configurando la manufactura cerámica un preciso volumen contemporáneo (4). 

Una vez superado el excelente análisis histórico, urbano y normativo, una vez definido el sólido capaz de ofrecer una respuesta cierta a los numerosos intereses concurrentes, se atiende aquí a lo específico desde una suerte de herencia material recibida y felizmente compartida: la historia es un material de proyecto. Tal vez fuera ésta la frontera interpuesta por los arquitectos modernos, la linea roja marcada por una ortodoxia aupada en valores como la retícula estructural, la ligereza o la transparencia de planos aéreos y membranas delgadas: la ley del cambio como única ley inmutable y sin embargo, en toda arquitectura estará presente la historia como presencia inevitable. Moneo y Bescós proponen en Bankinter un discurso sostenido en el tiempo; una propuesta surgida desde el discreto oficio de la hilatura frente al monumento de singularidad disruptiva; un elogio del aparejo necesario frente al abismo, en ocasiones abyecto, de lo posible (5). Rara vez la arquitectura alcanza cotas tan elevadas desde el desafío que supone la arqueología de la técnica.

NOTAS

(1) "Todos quedarán satisfechos ante Bankinter". Alfonso Valdés, Revista Arquitectura nº236, mayo/junio 1982, Madrid.
(2) Nótese que hablamos de revestimiento al carecer de responsabilidad estructural la envolvente cerámica. Moneo se referirá a la estructura convencional de hormigón como un accidente. Ver "Bankinter, 1972-1977. Ramón Bescós, Rafael Moneo", Edición a cargo de Enrique Granell, Colegio de Arquitectos de Almería, pág. 15.
(3) Ibídem, pág. 18
(4) Los bajorrelieves de Francisco López Hernández integrados en los huecos verticales del volumen superior, recuerdan los trabajos artesanales en terracota del Wainwright Building construido en St. Louis por Adler y Sullivan en 1891, como bien apuntaba Gabriel Ruiz Cabrero en la Revista Arquitectura nº208-209, "Sobre Bankinter o ¿un americano en Madrid?"
(5) Aparejo: preparación, disposición para algo. // Prevención de lo necesario para conseguir un fin. //  (Arq.) Forma o modo en que quedan colocados los materiales en una construcción. Diccionario de la Lengua Española, RAE 2001, pág. 176.

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