Conviene mantener los oídos bien abiertos. Algo así debió pensar César Pelli durante su estancia en el estudio de Eero Saarinen a las afueras de Detroit, uno de los despachos de arquitectura más fértiles en el entrenamiento de arquitectos y por el que pasaron figuras tan notables como Robert Venturi o Kevin Roche. Cuenta Pelli que el propio Eliel Saarinen pasaba de vez en cuando por allí para visitar a Eero, y aunque de las conversaciones entre ambos arquitectos poco se conoce, César recuerda un consejo que Eliel repetía con frecuencia, una advertencia velada que parecía reverberar desde un principio del tiempo y el espacio: "Piensa siempre en lo siguiente más grande" (1).
Hace tiempo que observamos la necesidad de trascender la escala de la arquitectura y pensar más allá de nuestro propio contexto. Quizá siempre haya sido así, quizá en el pasado la necesidad de defensa o recursos básicos requerían de la inter-conexión entre la arquitectura y un territorio más amplio, entendido en términos geográficos, climáticos o ecosistémicos. En este sentido, interesarían las arquitecturas que mejoran el espacio público de la ciudad, conectan las infraestructuras existentes o aprovechan lo abundante y conveniente para el medio natural y humano en que se encuentran. "Piensa siempre lo siguiente más grande". Pero para un arquitecto, lo siguiente más grande puede ser un árbol, una plaza, una ciudad, un paisaje o una península. Lo siguiente más grande puede ser el silencio, el subsuelo o el horizonte. Siempre habrá algo más grande detrás de la última frontera.
Conviene aquí retomar la pregunta que Le Corbusier se hiciera a sí mismo casi como una renovación de sus votos: "¿Para quién hay que construir? Para el hombre, no cabe la menor duda" (2). Pero el hombre en cursiva de Le Corbusier representa una figura universal, la suma de todos los hombres: la Humanidad. Desde esta perspectiva, lo siguiente más grande bien podría representar no un lugar físico cada vez de mayor extensión, no una reivindicación de soluciones locales o regionales más o menos relacionadas con el actual y limitado concepto de lo sostenible. En palabras de Antonio Miranda: "La arquitectura genuina atiende más a la única y cierta Civilización internacional y menos a las innumerables y autoritarias mitologías culturales" (3). Como si un enorme y único extranjero fuera el destino común de todos los hombres; una biosfera fraternal y civilizadora; un último estadio panhumano. Lo siguiente más grande.
NOTAS
(1) César Pelli, Observaciones sobre la Arquitectura, Buenos Aires, Infinito, 2009, pág. 97.
(2) Le Corbusier, La Maison des hommes,
avec François de Pierrefeu, Plon, Paris, 1942. Edición consultada: La Casa del Hombre, Barcelona, Apóstrofe, 1999, pág. 24.
(3) Antonio Miranda, Arquitectura y Verdad. Un curso de crítica, Madrid, Cátedra, 2013, pág. 12.
Fotografía de Mario de Biasi, Milano, Piazza Duomo, 1951.
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